martes, 30 de diciembre de 2008

La presencia de tu ausencia


Sentimientos evaporándose con el calor de tu ausencia.
Lágrimas disminuyendo por el frío de tu sombra.
Ilusiones heridas con el puño de tu indiferencia.

Utilizaste mis sentimientos para construir una barrera, desarmando lo que en esos días tú mismo armaste, llenándome los pulmones de agua.
No quiero soñar más… es cansado.

Encontré la ficción que se escondía detrás de tu reflejo.
Risas que se las llevó el viento y ya no las recuerdo, también olvidé la ternura de la luna.
Aún recuerdo los niveles para tragarse el cosquilleo. ¿Te acuerdas?... nunca fui muy buena en eso, pero al menos me enseñaron los pasos para aguantar el dolor que desea salir del cuerpo.
Sólo deseo estar cerca del nivel 10 y sacarte completamente de mi sistema.
Despertarme estos días y vestirme con el traje del “hoy estoy mejor” me hace verme hermosa, le da brillo a mis ojos y opaca el recuerdo que con los días duele menos.

La tristeza afloja mis dedos, no es que te extrañe tanto, es sólo que te utilizo para ser poeta.

Aún no es tarde… creo. El cemento aún no seca, y aun siento los restos de algo… pero temo que llegue a secar.

Le tengo miedo al olor de la soledad, más que a la presencia de tu ausencia la cual me estoy llegando a acostumbrar.

lunes, 29 de diciembre de 2008

Te quiero

Te amo porque estás cuando más lo necesito, porque nunca levanté la mano solicitando una amiga y apareciste… nunca te pedí discreción y me la diste… nunca imagine lealtad y me defendiste.

Porque en tu paciencia duerme mi desespero.
En tu aburrición habitan mis horas muertas.
En tu sabiduría juegan mis dudas.
Y en tu alegría se ejercita mi sonrisa.

Porque me salvás de mis arenas movedizas y te sirvo de apoyo en tus tormentas depresivas.

Porque mis amigas las cuento con los dedos de una mano y aun así me faltan millones de ellos para contar tus virtudes, y sólo unos cuantos más para contar tus defectos, aunque estos te hacen grandiosa.

Te quiero cuando te vestís de vida, y te desvestís ante la soledad, te quiero cuándo me seguís en las tonteras, y me regañás ante mi necedad.

Te quiero porque en verdad te quiero, porque no encuentro una razón para no hacerlo, porque tus palabras hirientes me han hecho querer tu honestidad, y tus palabras de aliento me hicieron amar tu personalidad.

Espero el día en que nos quejemos juntas de las canas en vez de los amores, y recordemos cada lágrima como el resultado de la inexperiencia y que gracias a ellas tuvimos nuestras noches de ron y filosofía, o cerveza y desahogo de injusticias.

Te amo porque sos vos... te quiero con tus chichas y detalles.

Yo simplemente adoro tu compañía!!

Escrito para:
Rita Saravia Vargas

jueves, 18 de diciembre de 2008

Hoy es invierno


Cuándo crees que todo está en orden, empiezas a sentir las mariposas de tu estómago convertirse en orugas como si la vida marchara en reversa.

La ilusión se convierte en miedo como si fuese energía que se transforma, y la neurosis ataca los recuerdos con la misma rapidez con la que se borra un pensamiento en la punta de la lengua.
Cómo saber que todo está en orden si lo único que te lo indica es tu mente incrédula, la cual no es convincente y te expone la idea sin venderla. Y a juzgar por la experiencia la duda actúa antes que el juicio, desordenando todo lo que tuvo forma y sentido y en un soplo de invierno te lo arrebata sin importar que hace poco sentiste el sol.
Con ansias de colocar esas orugas en invernadero para que se conviertan en mariposas pronto, y dejar de sentir el asco de los gusanos dentro.

Si supieras que unas palabras lindas aceleran el proceso. O si tan sólo supieras que necesito del calor de tu abrazo que me saque de este invierno hoy.

martes, 16 de diciembre de 2008

4 Cosas

Un amigo comunoso me envió un día un mail en donde debía responder a mis 4 películas favoritas, 4 lugares en los que he estado, 4 comidas preferidas, entre otro montón de 4 cosas.


Esta fue mi respuesta:


4 Cosas?. Me sentí atrapada en 4 pequeñas frases que definirían quién era, pero no me sentí identificada con ninguna de ellas, pude estar en un lugar físico mientras mis lagrimas recorrían en otro, pisar suelo extraño, donde la extraña era yo, hablar otro idioma en donde ni el mío entendía, dormir fuera de cama, donde era la única que entiende mis estados de ánimo.
Porque esas 4 cosas no eran las 4 personas que más me han herido, no eran las 4 veces mas fuertes que mi padre le levanto la voz a unos ojos llenos de años de vacío, no eran mis 4 mejores carcajadas, o el significado de mis 4 cicatrices.
Les puedo hablar de 4 cosas que me construyeron, una construcción sin fin que con el tiempo las paredes se llenaron de grietas, y el jardín de flores.
-Quién dice que la ola que cae en campanazo sobre tu cabeza acompañado de un nudo amargo detonante principal para la explosión de las vísceras, es sinónimo de soledad? ese detonante tuvo palpitaciones, te hizo sentir el oxígeno recorrer las venas, limpiándose al llegar al corazón... soledad es ni siquiera meterte al mar.
-Llegar un día a ese lugar seguro en el mundo llamado casa y encontrarte 3 maletas llenas de recuerdos, olores y 6 corbatas, las cuales no se llevaron el sonido del llanto del cuarto de atrás.
-Cargar una espalda marcada por el dolor de un filo penetrando los pulmones, soportar mentiras de quien nunca iba a mentir, oír cuentos de quien nunca iba a hablar, agotar palabras con quien nunca iba a excuchar. Una amistad de sangre manchada que destrozo cada esperanza de amistad sincera.
- La unión entre una distancia inmensa que me seco el alma, con la necesidad del agua de vida... la búsqueda de mi "yo" entre tanto caminar descalza, la luz que le devolvió el brillo a mis ojos... ya no estoy sola, lo tengo a Él, y con Él me rodie de gente honesta, me regalo un flotador para el mar, unos tapones para los gritos, y me devolvió las ganas de creer que la amistad si existe... y me la mostró.
Son 4 músculos que me hacen caminar, el de la soledad incitándome por conocer, el familia que me enseña el amor a pesar de mil obstáculos, el amistad que me cubre de las lluvias y al mismo tiempo me da protección UV,
y el músculo que me hace mas humana, que sin ese, nada tendría sentido.
A pesar de que es mas fácil responder mis 4 películas favoritas, esas no definen el "corte" en donde retiré la curita dejando las heridas respirar para cargarlas en mi memoria y sacarlas del corazón.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Ilusión




Me atás a una silla con mecates de sueños, a veces siento donde soltás uno que otro nudo, no me gusta sentir la libertad de un nudo de sueños roto. No me sueltes que si me sueltas me liberás y el aire me llevará lejos.

Me acariciás y te entregás, me besás los deseos y halagás el ego, me arrancás la mugre que me tiene atada al suelo y limpiás la sal de los recuerdos.
Me pegás bofetadas de colores y me ahogás y sumergís en aguas de delirio, me maltratás imponiéndome alas inesperadas de seda.

Hacés estragos con mi cordura y trastornás la realidad. Si me atás prometo respirar entre espejismos, pero no me liberés que me liquidan en el paredón de la realidad.

martes, 9 de diciembre de 2008

Destino (Cuento)

I Una pésima resaca
Era una mañana soleada, los rayos penetraban la ventana perforando con su calor el cerebro seco por el vodka, unos labios arrugados y secos como la tierra en el desierto, con la misma cantidad de agua en su garganta, y un olor a tabaco en su cabello negro y desordenado. La mitad de la memoria quedó en las escaleras de ese bar junto con su tacón. En un intento de ver si su cuerpo reaccionaba ante el impulso de deseo de sentir el agua hidratando sus neuronas se levantó y se dirigió al baño, arrastrando sus pies por la madera de su pequeño cuarto lleno de harapos en el suelo, al llegar al espejo y ver su rostro envenenado por la noche, sus ojos llenos de maquillaje viejo, tomó el vaso y lo llenó de agua, dirigiéndose a la ducha a paso lento, abrió la cortina y encontró un cuerpo tirado en la tina, sus manos comenzaron a temblar dejando caer el vaso al filo de la tina, quebrándose en tres, la más grande quedó enterrada en la espalda del pobre hombre, creando una herida que ya no haría diferencia en esa masa fría al lado de una línea de cocaína.- ¡Ahhhhhhhhh Eric! Gritó.


II 7 Meses antes
- Cristina…. ¡Cris! … ¡Cristina! Eran los gritos de Sofía al ver a Cristina salir de su clase de pintura que acabada de retirar, atravesando el pasillo de la facultad en su intento de esquivar las mil y una personas en su frente después del maravilloso timbre de las 4pm. Pero Cristina había salido muy rápido, su rastro no duro más de veinte segundos entre tanta gente.Cuando llegó Sofía al estacionamiento sólo logró ver la parte de atrás del bus en el que iba Cristina, con un poco de furia en su mirada gritó: – Cristina ¿qué pasa, estás bien?.. ¡Llámame!Cristina iba directo donde su padre, tomó el primer vuelo que le pagó su mamá, el peor viaje de vuelta a casa, casi con el mismo sentimiento como con el que se fue de ella y en su mente la misma imagen que no la dejaba dormir hace ya una semana.


III Un año antes
Eran las cinco de la tarde de un jueves, y Cristina no salía de su cuarto desde hace días, pequeñas cantidades de comida por todo el cuarto fueron los intentos de su madre de que comiera algo, sus ojos se perdían entre tanta hinchazón de su llanto, el parpadeo de la maquina contestadora anunciando los mensajes de voz ocasionados por la ira de Cristiana al no querer contestar las llamadas. Un mundo destruido y resumido en un anillo de quince mil dólares enterrado a siete metros bajo tierra, o literalmente en el fondo del basurero junto restos de fotografías que describían viajes al paraíso. Si pudieras tomarle fotos a los sueños, serían esas.- ¡Cristina! Gritaba su madre desde afuera del cuarto, en su mano sostenía un boleto proporcional a su sonrisa, tres semanas en el cielo. - ¡Cris! Ábreme. Cristina abrió la puerta de su cuarto y vio en las manos de su madre el tiquete de escape que su mente gritaba por auxilio, se abrazaron y se dispuso a hacer las maletas lo más pronto posible.Eso no paró el llanto, pero al menos ya había salido de su cuarto.



Al salir del aeropuerto tomó un taxi y se dirigió al mejor hotel de la ciudad, ordenó un poco de comida al servicio de habitación junto con tres botellas de vino, las cuáles no duraron las cuatro horas.
A la mañana siguiente su cabeza pesaba siete toneladas, pero se dio cuanta que le dolía más la cabeza que el recuerdo. Salió en busca de algo que hacer para pasar el tiempo, después de varias horas recorriendo la ciudad, vio un campo deportivo donde predominaba el verde, brillante y lleno de vida, se dirigió en busca de información.
-Buenas tardes, mi nombre es Sofía. Cristina vio en esa cara una vida llena de adrenalina y vivacidad e inmediatamente con el afán y las ganas que le gritaba su cuerpo de sentirse así, tomó los cursos de tenis.
Conforme pasaban los días, el recuerdo de su dolor se iba en cada golpe de la raqueta, sus pulmones estaban cada vez mas llenos, pero sus días ahí se agotaban.
Sofía le propuso vivir con ella, ya habían creado un lazo más fuerte de confianza para proponerlo, y aún más para aceptarlo.Sofía era de clase alta, igual que Cristina, por lo que las comodidades de la casa eran muy parecidas.



"Madre, encontré el lugar que me limpió la tristeza, me barrio toda mugre pegada en mis zapatos, he decidido no volver a casa, espero lo entiendas."
Fue la última carta que recibió la madre de Cristina, al principio lo entendió, pero pasado dos meses su irá fue creciendo, no sabía nada de ella, al octavo mes cortó sus tarjetas de crédito. Al cabo de diez meses su padre recibió una carta con la dirección de la casa de Sofía, inmediatamente partió en su busca.
Cristina ya había creado una vida junto a Sofía, era la hermana que ninguna de las dos tuvo. Cristina entró a los cursos de pintura en la misma escuela en la que se encontraba Sofía, compartían todo menos los amores.
Una noche de esas de tantas que tenían juntas, recorriendo la ciudad de noche, divirtiéndose y sintiendo en la palma de las manos la virtud de su juventud, se dirigió al mesero pidiendo la cuenta, ahí se entero que su tarjeta le era igual de útil que sus recuerdos.
Al pasar los días, se iban venciendo los pagos de los cursos, se iban agotando las noches largas de risas y alcohol, las cenas en restaurantes lujosos y el salir de tiendas con bolsas llenas de parches para la mente. Sofía la ayudó en lo que pudo, pero no podía seguir cargando con dos cuentas, así que entre las dos le escribieron una carta al papá de Cristina, para no hacer tan obvio de su problema económico, lo invitó a pasar un tiempo con ella.

Bésame el cuello que me encanta, le dijo, la tomó entre sus brazos fuertes y varoniles, con un brazo rodeaba su pequeña cintura, y con el otro la tenía tomada de su cabeza mientras la besaba como nunca nadie lo había hecho antes, con un fuerte e inesperado jalonazo de su cabello dejó al descubierto su cuello, besándolo hasta saciarse, mientras delicadamente bajaba su falda. Fue una noche inolvidable, hasta para Cristina, que llegó al final de tal acto encontrando a Sofía montada sobre las caderas de su padre. Cristina con la misma fuerza con la que golpea una bola de tenis en su último saque, revienta la puerta, para no volver más a esa casa.
- ¿Qué fue eso? Dijo Sofía.
- No sé… ¡no pares! Le respondió.




Cristina después de una semana de no saber si el amargo de su comida lo ocasionaba el recuerdo o es así como saben los desperdicios de restaurantes, o tal vez ocasionado por el constante olor que le llegaba de su nuevo trabajo. Luego de dormir en moteles baratos, pagándolos con la limpieza de los mismos, decidió enfrentar a su padre.
Tomo el teléfono prestado, con lágrimas en los ojos llamó a su madre, con la poca voz que le salía de adentro le pidió dinero para volver a casa.Se metió en un cuarto dizque a limpiarlo, tomó un baño y se dirigió a la facultad a ordenar cuentas.





IV Recapitulando
- Cristina…. ¡Cris! … ¡Cristina! Eran los gritos de Sofía al ver a Cristina salir de su clase de pintura la cuál acabada de retirar….

V
Al llegar donde su padre, este la recibió con alegría e ira en sus ojos,-¡Cristina, hija!, ¿qué pasó contigo? No podés hacer eso y dejarnos a tu madre y a…- Con que moral vienes a decirme lo que es correcto y lo que no (con esas palabras cortadas y sus puños temblorosos interrumpió a su padre)Él entendió a lo que se refería, se tomo del pelo, dio media vuelta e intentó explicarle. Los gritos de Cristina iban con tanto dolor, que era inútil cualquier intento de mejorar la situación.Después de una larga discusión, con sus ojos agotados y su caminar cruzado, se marchó.

No podía volver a ese mundo de apariencias, pero tampoco quería sentir nuevamente el amargo de la basura.Encontró un trabajo digno y de poca paga en el centro, con eso rentó un cuarto en un edificio, y pasó a tener amistades de poco fiar, pero al menos eso lo sabía, era más real.

Cambió sus cosmopolitans por alcohol casi etílico, sus cigarrillos con sabor a chocolate por hierba, y su moral por cocaína.
Fueron varios meses al abandono social, un desperdicio público.
Harta del poco dinero, y conociendo las calles del centro, vio una mejor manera de mejorar un poco su vida, un trabajo no tan digno, pero de mejor paga. Se lavó la cara, se puso algo de ropa, sus zapatos de tacón y se fue en busca de cariño y dinero.
Ella siempre fue hermosa, las luces le pegaban al ritmo de la música, sus piernas firmes de un pasado deportivo, una sonrisa libre por la ayuda de químicos, y una vestimenta llamando a la presa.
- Hola, me llamo Eric. Y con esas palabras y una botella de Vodka se ganó un tiquete a la cama, después de unos tragos de más, bajaron las escaleras del lugar, a como podía mantenerse en pie, dejó su moral allí junto con su tacón el cual se quebró en tanto intento de mantenerse erguida. Se dirigieron al cuarto de Cristina e inició el cortejo así como su día laboral.



VI Una pésima resaca // recapitulando
A la mañana siguiente, se dirigió al baño, abrió la cortina y encontró un cuerpo tirado en la tina, - ¡Ahhhhhhhhh Eric! con un galillo tan agudo como sus ganas de morir. Tomo el dinero de la mesa y corrió lo más rápido que pudo.
Al llegar a la tercera esquina se detuvo casi sin aliento. Toda temblorosa paró en un café percatándose de que debía pensar en frío, y para calmarse decidió tomar un Moka, meses sin sentir tan siquiera el olor de la deliciosa bebida, quería aprovechar su dinero extra y en momentos así, necesitaba algo que la calmara y con el deseo de que el olfato la llevara de vuelta a su hogar. Con sus manos sudorosas apartó un billete para pagar, tomó la tasa y se sentó en una esquina de la cafetería.Conciente de que no tenía salida y en su departamento hallarían el cuerpo junto a todas sus pertenencias, respiró profundo y comenzó a beber el moka, sintiéndolo acariciar cada partícula gustativa, su olor la llevó a dar un paseo entre las nubes, no existía nadie a su alrededor, fue feliz durante ocho minutos.
Al salir de la cafetería y mirar hacia su departamento vio las luces rojas dando vueltas y un cuerpo en una sábana blanca más limpia que cualquier atuendo que imaginase en su habitación, caminó erguida con la mirada fija y una sonrisa de esas que había perdido ya hace mucho, sintiendo cada partícula de oxígeno recorrer las venas mientras se dirigía nuevamente a su cuarto, sabía que era el fin, o al menos el final de estar en las calles.


VII
Eran las cuatro de la mañana y Cristina continuaba con olor a fiesta y a amargura, sentada en ese banco de cemento situado detrás de unas rejas frías y solitarias, comiendo del pan tieso que tenia cerca de ella.
Pasadas las cinco de la mañana, despierta Cristina a causa de un olor como a flores con miel, un olor que la trasportó directo a una clase de meditación donde te llevan a ese lugar bonito en tu interior. Se acerca un oficial y abre la celda, en ese momento Cristina sintió el vacío del vértigo, en una combinación de odio con vergüenza logra ver el rostro de Sofía tan limpio y fresco como el día que la conoció en ese campo de tenis.
-Pagué tu fianza, no es una manera de pedir perdón, tómalo como una deuda que tenía pendiente.
Cristina apenas y lograba hablar, mientras su cuerpo se desintoxicaba de tan maravilloso olor, el cuál quedó en una esquina del pequeño perímetro de 3 x 3 envuelto en el pan que comió la noche anterior, limpiándose la boca se dirige hacia el otro lado de las rejas.
-Vi tu rostro en las noticias y vine en cuanto pude, le dijo Sofía, mientras Cristina no detenía su paso fuera de la delegación.
-¡Cris… háblame!
- Comí basura, bebí odio, sueño todos los días con el sonido de la ciudad de noche, los gemidos de las putas y los disparos de sanguinarios en busca de dinero, olvidé caminar erguida, y perdí toda vergüenza. Aún siento el puño de Eric golpeando lo que me quedaba de decencia, y aún así, soy más honesta que vos.
Dio media vuelta y siguió su camino, al llegar a la puerta se volvió y con rencor en su garganta le dijo: - por cierto, los gemidos de las putas son muy parecidos a los tuyos.


VIII
Tras una serie de investigaciones, a Cristina no la pudieron culpar por la muerte de Eric, pero si por posesión de substancias químicas en su alma y en su cuarto, por lo que debía realizar trabajo comunitario durante 1 año.
Le ordenaron entrar a ayudar en una especie de clínica especializada, Cristina tenía que cuidar a los pacientes en su proceso de curación tanto física como mental al trauma, le habían dejado bajo su responsabilidad al paciente del cuarto treinta y tres. Una joven de veintiocho años, totalmente enyesada y sin poder hablar después de caer de la azotea de un edificio.
Firmó los papeles legales y se dirigió de vuelta al Centro de la ciudad a ordenar lo que había dejado.

Comienza a sentir una taquicardia nerviosa en lo que se va acercando a su edificio, en su mente aparecen las imágenes de la ambulancia retirando el cuerpo, las miradas de satisfacción de sus vecinos como si lo sucedido hubiese sido el resultado a sus rezos, mientras sube las escaleras logra oír el vaso cayendo al filo de la tina y el grito se repite en eco dentro de su cabeza. Temblorosa logra abrir el cuarto y se dirige directo a su cama en donde cae desplomada como si hubiese perdido total control de su cuerpo, un llanto incesable saliendo del alma y mil imágenes y sonidos saliendo de sus puños los cuales comenzaron a sangrar al enterrar sus uñas.

Al día siguiente supo que no podía permanecer más en esa habitación, tomó sus pertenencias y se mudó a una casa de ayuda cerca de la clínica donde debía cumplir su condena.
Se recogió el cabello, lavó el rostro y se colocó la bata rosada que debía usar.
Mientras caminaba por esos pasillos verdosos llenos de puertas a su alrededor, el único sonido era el de sus zapatos y el de las ruedas viejas de las camillas, en cada puerta una historia que contenía una tragedia.
Le era difícil encontrar la habitación treinta y tres, puesto que todo el edificio era igual sin importar el pabellón, se detuvo frente a una puerta y decidió entrar a preguntar en cuál habitación estaba. Al entrar vio a un niño al parecer sano en la cama, -¡Hola niño, soy Cristina! El niño en un intento de movilizar la comisura de sus labios para sonreír, sus ojos no se lo permitieron y sonrió con una lágrima. Cristina conmovida, se acercó a él y le preguntó - ¿Qué haces aquí? –Soy Miguel… acabo de perder mis dos brazos. Cristina permaneció callada y un poco asustada, esperando que el niño continuara su historia, se acerco a la cama y se sentó. - mi padrastro es arquitecto ese día lo acompañé a una construcción, habían tantas cosas para jugar que esperé el momento en que se distrajera para apartarme, en lo que salí corriendo me tropecé y pegué contra una maquina extraña que dejó caer unas cajas pesadas sobre mis brazos…. ¿Y vos que haces aquí? Le preguntó Miguel.
Cristina no encontró la forma de explicarle a ese niño su historia, por lo que se levantó de la cama y le dijo que estaba ahí porque venía a visitar al paciente de la treinta y tres y que estaba perdida. El niño no supo explicarle como llegar pero le ayudó diciéndole que la habitación de él era la catorce y que los pabellones se dividen de diez en diez. Una información muy útil pero poco exacta, así que se despidió y siguió su camino.
Se dirigió tres pabellones más allá, en su des ubicación abrió otra puerta, entró despacio y vio un hombre con el rostro vendado, parecía dormido y por la ropa que vio doblada en el sofá, y sus manos que salían de las sábanas, podía calcularle unos treinta y cinco años. No quiso despertarlo, por lo que cerró la puerta y se dirigió al cuarto de al lado.
Al entrar vio a una mujer enyesada y le preguntó si era la treinta y tres, ella asentó la cabeza con un si. Cristina lentamente entro al cuarto, con un paso un poco asustado y viendo hacia toda la habitación se sentó en el sofá, sabía que su paciente no hablaba por lo que no tenía que molestarse en entablar conversación.
Pasada varias horas, después de un silencio eterno en donde sólo se lograba oír su propia respiración, se escucha… -¿Sabes que pasó con el muchacho de al lado? Le preguntó Cristina a su paciente muda, ésta la volvió a ver a los ojos con rostro malencarado. Cristina se calla, y continúa el silencio de las horas.
Pasado un tiempo se levanta Cristina para estirar sus huesos, y ve la hora en un reloj de pared, eran las seis de la tarde, con una sonrisa en su rostro hace el intento de despedirse de la paciente pero esta ni la volteó a ver. Saliendo del cuarto nota a los doctores entrando a la habitación del vendado, en un intento inútil se para de puntilla para mirar a través de la puerta.

Al otro día se dirigió a la clínica y pasó primero por donde Miguel, llevándole un chocolate que tenía por ahí, se sentó en su cama y le dio de comer, mientras ella le contaba sus historias del colegio y repetía un par de porras que aún recordaba con sus mímicas.
Luego se dirigía a la treinta y tres sentándose en el sofá resignada a que venía toda una tarde de silencio, dejó la puerta de la habitación abierta y con cualquier sonido se levantaba para ver si estaban haciendo algo en el cuarto de al lado.
Así pasaban sus semanas, iniciando el recorrido donde Miguel realizando piruetas para entretenerlo y largas y aburridas tardes donde la muda.
Un día, consumida en su mundo silencioso, tirada en el sofá nota algo brillante en el dedo de la muda. -¿es usted casada? La mujer la volteó a ver, y le respondió con la cabeza, Cristina volteó a ver su dedo, y le dice: - Yo una vez estuve a punto de casarme, y con esas palabras abrió el baúl que tenía enterrado ya hace mucho en el fondo del alma, comenzó a desempolvar los recuerdos, y así se volvió paciente de su propia paciente, tomo a la muda como terapeuta. - Hace poco más de dos años me iba a casar, con el llamado “Señor Perfecto” pero este me abandono sin decir una palabra, un día simplemente desapareció. Los primeros días era un llanto desgarrador, las siguientes semanas experimente una frustrante ira, no podía ni contestar el teléfono por miedo a que no fuese él. Un mes en cama, hasta que mi madre con su angustia me regalo un viaje que me trajo hasta acá, vaya.. largo viaje.
Y así sus días habían cambiado, la muda le daba dinero para comprarle el dulce a Miguel, con él recordaba su infancia y luego tomaba unas flores de la calles y se las dejaba a una enfermera para que se las llevara el vendado, y terminaba su recorrido llorando y sacando todos sus temores y traumas con la muda.

Al cabo de unos meses con la misma rutina, se acerca la enfermera de las flores, y le comenta a Cristina que el paciente de la treinta y dos había mejorado bastante y tras 4 cirugías reconstructivas hoy le quitarían las vendas. Cristina corrió en busca de las mejores flores de los jardines vecinos, y esperó que la enfermera la llamara,
- ¡Cris, ven! Le dijo.
Al entrar a la habitación estaba Marco sentado a la orilla de la cama, y le dijo:
- ¡Así que sos vos la que me ha estado trayendo las flores!
Cristina no lo pudo negar y menos con ese ramo gigantesco que tenia entre las manos, la enfermera salió del cuarto dejándolos solos.
Al cabo de dos horas, Cristina entra al cuarto de la muda y comienza a pegar brincos con gritos silenciosos de felicidad, - ¡Lo amo! ¡Lo amo! Decía sin parar.
Así que la entrada al cuarto de Marco se volvió parte de su rutina diaria.

Un día, estaba Cristina sentada en el sofá de la muda, sin mucho de que hablar, y de repente la muda le dice: -¡No me caí, me tire!... Cristina en un movimiento rápido de su rostro la volteó a ver. –Me llamo Adriana, Fui a visitar a mi esposo a su trabajo y lo encontré con otra, salí corriendo para la azotea sin ánimos de nada, al llegar arriba tuvimos una discusión fuerte, y en cinco segundos de poca lucidez y con mis ganas de que se sintiera bien culpable me lancé, ¡pensé que era menos alto!... desperté y estaba aquí, en este pequeño universo aislado del exterior, y con la hinchazón no me salió el anillo, pero apenas salga de acá iniciaré el divorcio.
Cristina lograba meter botellas de vino al cuarto de Adriana, y así realizaban sus terapias con ayuda de la enfermera la cuál colaboraba bebiendo,

y después de sus noches de terapia se escabullía al cuarto de Marco.












IX
Eran las siete de la mañana mientras Cristina tomaba su café para despertarse y dirigirse a la clínica, en lo que se le acerca una compañera de habitación diciéndolo: -¡Cris, esto es para vos! … entregándole una carta ya un poco arrugada. Con el seño fruncido y mirada nerviosa se dispone a leerla, cada letra que leía pesaba más de una tonelada, haciendo de la carta la más pesada por lo que no la pudo mantener más en sus manos, toma sus pocas pertenencias que llevaba en el bolso y se dirige a la delegación con una solicitud de extenderle el plazo de su condena, fue algo imposible de concederle.
Lamentablemente la carta había llegado hace tres días, por lo que no logró ni despedirse de sus amigos en la clínica, las normas eran muy estrictas y nadie del exterior podía entrar.
Esperó todo el día fuera de la clínica por la enfermera, al verla salir Cristina se acerca con rostro de ilusión entregándole una bolsa de papel con varios objetos para regalar a sus amigos y solicitándole a la enfermera (con palabras salidas de la profundidad de su “yo” que creía muerto) darles la explicación del porque se fue sin despedirse, y un recado para cada uno.

Con el tiempo Cristina había aprendido a no apegarse a las personas, pero alejarse de esas tres fue de lo más duro que le toco hacer.

Ya con su cuerpo limpio y su mente sana, volvió a su hogar para cerrar el paréntesis que abrió esa tarde de domingo hacía ya dos años y siente meses.
Atraviesa la puerta de su cuarto, el cual estaba tal como lo había dejado, siente un vacio con olor a sal, y esa máquina contestadora aún palpitaba de recuerdos viejos. Con la curiosidad en la yema de los dedos, se acerca Cristina sin ningún pensamiento en su cabeza al teléfono, con su mirada penetraba el botón para oírlos, oír esa voz que un día amó, entregando alguna excusa comprada en el mercado. “piiiii, primer mensaje” – Buenas tardes, le hablamos de la Clínica Espezializada del Trauma, tenemos un paciente hace varias semanas que ha perdido su memoria y lo único que encontramos fue el nombre de Cristina Miurek y un teléfono en la billetera, favor devolver la llamada cuanto antes.
Petrificada y con el latido de su corazón en la lengua oyó el siguiente mensaje “piiii, segundo mensaje” Buenas noches, por favor devolver la llamada, tenemos un paciente con trauma y reconstrucción facial en la habitación 32 de la Clínica Espezializada del Trauma, y sólo tenemos el teléfono de Cristina Miurek, el paciente ha perdido la memoria y necesitamos que lo vengan a reconocer, cominiq…. Con la mirada ida y lágrimas en sus ojos borra Cristina los mensajes faltantes.
– Marco. Suspira sin aliento.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Boceto

Si mi vida fuera un boceto, marcaría más fuerte las líneas de mi errores para no olvidarlos, le pondría color a las heridas y borraría las bases que definen la línea por donde se camina, liberando ataduras que nos mantienen al margen de los sueños.

No sabría cuantas veces arranqué el papel del cuaderno para empezar de nuevo sin éxito, tratando de dibujarlo diferente terminan siendo las mismas líneas, un poco más perfectas.

Haciéndole punta a mi cabeza e imaginando con el lápiz la siguiente línea me pongo a pensar en los trazos que se hicieron con miedo, o en los que no se hicieron del todo.

Por eso esa noche rompí el último borrador que tenia, y frente a mi hoja en blanco apareciste, quitándome los colores que tenía iniciaste ese boceto en mis hombros y contra todo esquema trazaste líneas rápidas y sin pensar… aquí no existen borradores.

Sorprendiéndome en cada línea dibujaste en toda mi espalda. Un poco asustada lograste sacar de mis sueños lo que tanto intenté crear en una hoja.

Aquí no hay grafito que defina las siluetas… que el aire se encargue de darle forma y el cielo color, y que las olas te borren igual como la mano arranca el papel si algún día el mar decide llevarte. Dejando el diseño plasmado en mi memoria sin dejar rastros en una hoja arrugada al lado de mi pasado, sólo el recuerdo de la espuma que será la última en ver tu rostro.

viernes, 7 de noviembre de 2008

En las paredes de mi cráneo

Cap I

La espera

La falta de oxígeno por la resaca de la cordura me esta asfixiando en esta espera.
Los días vuelan, pero el calendario muerto no pasa, sólo existe para acordarme de lo sola que estoy, se logra oír el tic tac tras el monitor, una imagen que esta a punto de disolverse entre tantos píxeles.
Tiemblan las canillas del esfuerzo golpeando sus rodillas... ¿estará trabajando horas extra? en cualquier momento cae la noticia como piano en fábula que no volverá.
Un timbre abominable despierta mi cuerpo en las mañanas, pero sólo el parpadeo de luz con tu nombre bajo el monitor despierta mi alma, para acostarla de vuelta unas horas después... que días tan cortos.
Una taquicardia en mi interior presenta el hecho de que sólo es un recuerdo atrapado entre las paredes del cráneo, sin una entrada de luz para escapar, la necesidad de olvidar una conexión efímera que ya no está, que ahora se esconde bajo la sombra de ese recuerdo, o se disfraza de un buen comentario en el momento apropiado, pero si le preguntás a la razón, es sólo una caricatura de periódico, algo banal.
El equilibrio enterrado en la barra del bar bebiendo desinterés en las rocas.
Alimentando al auto sabotaje, entendiendo que no es esa voz que me enseñó a volar, las alas ya las traía.

Es curioso ponerse a oír a la mente, se contradice en el momento en que se escucha, si tan sólo pudiera entender lo que dice, o me diera una señal de que está limpia, y que lo que piensa no es el resultado a una noche de alcohol que tuvo mientras yo dormía.
Madrid, España, ciudad que no sabe de mi existencia, ni creo que le quite el sueño no saberlo... alejada y fría logra mi atención, como esos días de colegio en donde no sos más que un estudiante caminando por los pasillo sin ser notado, pero están estos seres que todos miran, y de repente todo gira al rededor de sus actos, ellos no saben quién sos, pero tu hígado los tiene bien presentes. La diferencia es que no es mi hígado luchando contra España, aquí hay dos rondas, primera lucha capricho vs. soledad, el que gane luchará contra Madrid, y mis apuestas corren por soledad, el capricho no tendrá las fuerzas para ganar por a alguien que conoció en persona quince días, unas vacaciones por el cielo con tiquete seguro a la tierra, y un mal piloto que te trae de vuelta. Señores, preséntenme con el departamento de mercadeo, no es posible que no hayan promociones a mitad de millas... o tan sólo un próximo vuelo, pagando hasta el último billete.
Esa es mi espera, en cualquier minuto, le ofrecen ese trabajo soñado, ese futuro deseado. Al menos ya es camino conocido, hace unos años metí mi alma en un avión directo a China... no volvió. En esa época mis cuerdas vocales quedaron prisioneras por un nudo, mis ojos debían usar flotadores debido a su prolongada estadía en alta mar, mis pulmones aprendieron a guardar reservas para cuando me olvidaba respirar.
Por eso es que mi cordura se embriaga en las noches, porque sobria sabe que España no es más que un recuerdo dentro de las paredes de mi cráneo.



Cap. II
El escondite del alma


Ayer tuve un sueño, no de esos como Luther King, no creo ser un personaje que pase a la historia de esa forma, pero soñé que mi madre cuando tenía problemas se escondía como un niño se esconde de los fantasmas. Pero ella se escondía sentándose sobre el ventilador de techo y ella no daba vueltas; lo que me pareció extraño e inusual fue el escondite. Yo a veces me escondo de mis fantasmas internos tras una sonrisa, me escondería detrás de mi ojos pero a ellos les cuesta eso de la mentira, en cambio de una sonrisa en tan fácil, si uno mira al rededor verá cientos de ellas, cuáles son 100% reales no sabremos nunca, a menos que en un estornudo deje en descubierto a la persona tras ella, y se quede sin escondite, al menos por unos segundos lograrás ver al actor fuera de escena, y ahí sabrás si seguías su carrera o a su persona.
Es difícil ver caer el teatro, pero una vez en el suelo no hay manera de remontarlo, no es como los consejos de montarse de nuevo al caballo, porque el caballo que botó el teatro se vuelve tu enemigo, como todos los que presenciaron la obra, por eso hay que ser real, no habrá teatro que caiga, y ser actor será sólo parte de un pasatiempo.







Cap. III
Fantasmas de closet

1987 fiesta de la alegría en el kinder, con la presencia de un M&M gigante, era como ver uno de esos fantasmas de closet nocturnos, pero estaba ahí, en mi cara, a plena luz de día, gigante bola de pelos café, con una sonrisa tiesa sin expresión alguna, tras esa sonrisa lograba ver un par de ojos viéndome directo y gritando risas. En cada paso que daba lograba sacarme una lágrima, no se que era más fuerte, su voz gritando alegría, o mi galillo gritando mamá. Por más que corriera no encontraría nunca mi cama, con lo que si pegué fue con las piernas de mi madre, la cuál me alzo y me dijo palabras de aliento, me acercó poco a poco a ese monstruo de closet, y noté que en cada levantamiento de brazos dejaba caer algunos chocolates, y al mirar a mi alrededor note que todos reían, y rodeaban con cánticos a la bola peluda... Era yo la rara, la niña triste en brazos, hoy desearía que todos mis problemas fueran ocasionados por ese monstruo de closet, y las palabras de aliento necesarias fueran las mismas "tranquila, aquí esta mamá".
Hoy ese monstruo de closet es dinero, trabajo, amores... y por más que grite "mamá" a la una de la madrugada no se irá. Creo que hubiera aprovechado mejor esa tarde con el M&M ya que un préstamo no te arrojará nunca un chocolate.


Cap. IV
Decorando mi mente

No es mi vida la que se divide en capítulos cortos, es mi mente, por eso talvez no detallo las situaciones y simplemente me apego en una idea por varios segundos, así me desligo del mundo y me pierdo en las paredes de mi cráneo, a veces creo que debería decorarlas ya que paso la mayor parte del tiempo ahí. Eso hice con mi cama, me di cuenta que al estar en casa, la mayor parte del tiempo lo paso ahí, ella cuenta con una memoria mejor que la mía, nunca se le olvidó del tijeretazo que le di en la sábana en un intento de aprender a cocer.
Una tarde después de lidiar con mi cama que tenía de pequeña, tras seiscientas vueltas mientras sonaba la madera de vieja, se me salían los pies al querer estirar al aburrimiento decidí cambiarla, deshacerme de ella y con ella algunos recuerdos ya inútiles.
Llegó mi cama nueva, un poco de aire fresco, un cuaderno en blanco el cuál decoré de almohadones que sustituyen el espacio vacío que aún intento llenar, por dicha a mi cabeza no le cabe una almohada.


Cap. V
Olor a tierra mojada


¿Has bailado alguna vez bajo la lluvia? cuando crecemos se nos olvida esos pequeños momentos que nos llenan aunque sea por un instante, dejando en cada gota una sonrisa, tomando de cada gota una esperanza.
Una vez leí, “para que esperar a que pase la tormenta, si podemos bailar bajo la lluvia”. Nos enfocamos en los truenos mentales en vez del olor de la tierra mojada que sale de su sonrisa… de cualquier sonrisa.