jueves, 25 de marzo de 2010

Tan perdidos

Tan perdido como quien busca respuestas en mí ombligo,
Tan perdida como hoja seca en alta mar, aunque el otoño se asolease en plena arena.

Tan aquí sin allá… con palabras cromadas y en aguja, con recuerdos plasmados en mi pecho, se deslizan dibujando líneas cartográficas para ubicar tu piel, y hallar los besos que se ocultan tras tu garganta.

Con mis rodillas derrumbadas cerrando el paso del viajante que va a la costa, y el tiempo haciendo sístole y diástole en su tic tac como mecanismo de distanasia.

En la comisura de mi risa rota se desliza una gota triste y otra con tu mueca de cine mudo que tragó mi pupila, para que el viento no me la arrebatase nunca.

Tan perdidos nuestros pasos en medio abrazo, sin entender que mientras nos sujetamos, no hace falta caminar.

martes, 16 de marzo de 2010

Receta para olvidarte


2 tazas de recuerdos no arruinados,
½ de recuerdos amargos,
Una pisca de pasión.
2 cucharaditas de lealtad (cuidado con las imitaciones)
Sobros de memorias de pasado.
Una bolsita de lágrimas en polvo

Picar con un cuchillo bien filoso los recuerdos no arruinados, colocar en el procesador la lealtad (no queremos que queden grumos). Metemos a la licuadora los sobros de memorias y la pisca de pasión, una vez que se haga una sola masa le unimos los recuerdos amargos, y el picadillo de los no arruinados, y por último la lealtad procesada. Lo colocamos en la garganta y lo metemos al horno en la temperatura más alta. Lo dejamos reposar en el tiempo, luego lo espolvoreamos con las lagrimas en polvo y lo metemos en el congelador para siempre.

Bon Appetit!!

lunes, 1 de marzo de 2010

Atrapada en tercera persona


Nunca deseó tanto la muerte como esa mañana, (el aire allá debe de ser más liviano) ni siquiera con la tristeza más amarga.
No había nada recorriendo sus venas, ni oxígeno entrando en sus pulmones, ni escasa luz en su pupila. No era amor o trabajo, tampoco familia… tal vez ese era el problema… no había nada.

No había caricaturas en su fábula, ni hadas en sus cuentos.

Como bola de nieve se agrandaron las pequeñeces, el ruido de la licuadora en la mañana, los típicos gritos de papá y mamá, las motos en la calle, la basura en las aceras, los infractores, los niños solos yendo a las escuelas, las raíces descuidadas, esa uña despintada, el olor de la pintura, el maldito ruido de las alarmas, la mancha de pasta, el sonido de la gente al masticar, los olores a comida, el café hirviendo, y el correo vacio que avisaba el eterno día. Era una bola de nieve en su mochila.

Gritos, pleitos, discusiones, gritos, quejas, gritos…..

BASTA!!!! Ella tenía ganas de silenciar todo. De volver a sentir los cilios de su nariz siendo acariciados por el aire espeso, con el que ya estaba acostumbrada a bailar, pero un aire callado… silencioso y mudo… Tal vez ella deba abrir más la boca y tragar menos, pero nunca deseó tanto la muerte como esa mañana.