lunes, 14 de diciembre de 2009

Tras afores

Cada aplauso tres latidos que explotan como bombos dentro, anunciando que somos el siguiente grupo, los nervios como hormigas sin descanso brincan y bailan porque es su momento.

Se tensa la sonrisa en un capricho por no salir hasta que me coloque el disfraz, mientras el estómago le hace el amor a la garganta sin mi consentimiento.

Cada músculo se despierta en 3.5 escala Richter creando desequilibrios en mi marcha. La sonrisa golpeando los dientes exigiendo su salida, suplicando mi disfraz, porque no aguanta más la incertidumbre que se esconde tras esa manta negra, más grande que mi bola de tenis, que es mi única utilería aparte de mis pasos de baile.

Mis oídos le avisan a mis piernas su salida a escena, mis fosas se abren como puntas de escopeta disparada en fábula, intentando tragar todo el aire del teatro por si olvido respirar bajo el foco.

Camino al centro del teatro, y logro ver las caras a la expectativa de un público lleno de sangre conocida para algunos… ojos que empujaban mis manos a empezar a lanzar la bola de tenis para así iniciar el final de 5 meses de aprendizaje.

Y si bien no conocía al 99% de las personas, les entregué todo, contradiciendo lo que aprendí en el amor, pero ya sabemos que la actuación y el amor no se llevan, aunque sea el pilar de muchas relaciones.

En segundos terminó todo, obvio duraba más que segundos, pero el tiempo ahí pasa en nudos. Para finalizar al término de la última canción de musical, y sentir donde la oscuridad se apodera del lugar, oír los aplausos que salían de las venas, muchos los guarde en la cartera porque no me atreví a dejarlos en ese teatro.

Y volver tras esa cortina negra, refugio donde la alegría asesinó a la nervia, y volvió la sonrisa propia para apoyar al siguiente grupo que vivía su propia historia.

Y ahí estaba yo, tras afores… esperando en la piel la próxima puesta en escena, adicta completamente a esa adrenalina.

PS. Dejo el espacio de la foto, para cuando me pasen alguna delante de afores.

jueves, 10 de diciembre de 2009

Minutos antes


La respiración mata los momentos de silencio en donde mi alma vaga por las paredes de mi cráneo, buscando respuestas en los grafitis de la corteza, esperando a que mi cuerpo caiga en coma profundo para que mis sueños se apoderen del momento, y aprendan a contar palpitaciones como lunas llenas, para saber los años de insomnio que tienen mientras duermo.

Al colocar la caja fuerte llena de combinaciones que ni yo descifro sobre la almohada, se crean nuevas contraseñas que sólo el inconsciente alcoholizado memoriza, (eso me recuerda regalarle post its) ahí guardo hasta el último recuerdo que logro ahorrar, ya que muchos se escapan por la bolsa del viento o los utilicé para pagarle al desinterés. Pero los importantes… o su recuerdo, descansan en ella, y claro uno que otro colado que adora abarcar espacio, porque ni al caso su presencia.

Escuchando la música de fondo del concierto nocturno del gueko que se apoderó del reverso del espejo, para no ver su soledad, entran en flirteo los parpados en un baile de acecho que al unirse y alejarse logran un punto medio para hacerse uno mismo oscureciendo al mundo.

¿Y después me preguntan que porqué duermo tanto?
Me encanta el ritual que sucede unos minutos antes de lanzarme al abismo de la quimera.

sábado, 5 de diciembre de 2009

¿Qué vas a ordenar?


Sorprendida y sin queja te encuentro sentado ya en la mesa,
¿Qué vas a ordenar, para llevar, o tenés tiempo para beberte una copa de vino más?

Tengo una cava reservada con el mejor vino,
hecho de uvas que ansían degustar tu lengua.

Tengo la noche marinada por años,
con una luna rellena de caricias

Y de postre tengo mis labios
que desean ser rociados con chispas de colchón.

Entonces, ¿Qué vas a ordenar, prófugo del tiempo?,
¿recuerdos para llevar, o vivirás cada uno de ellos?

jueves, 3 de diciembre de 2009

Espera


Tu espera encontró la clave oculta en los acordes de la canción no escrita que sonaba en mi cabeza y creaba la arritmia que tarareaba mi corazón.

Hoy el aire baila en el 7 - 8 de mi conteo rutinario que servía de porras al reloj,
5 – 6 – 7 – 8 para ver si se emocionaba y pasaba más rápido.

Hoy no me importa si se estaciona en el pasto a ver hormigas pasar,
aunque a ellas tampoco les importe.

Me quedo con ganas de beberte, como agua en el desierto… sabiendo que fue lo correcto no hacerlo, aunque sienta el océano en la garganta cada vez que te pienso.

Esperarte sin hacerlo me devolvió la posesión del tiempo que se había escapado en la sigila nocturna de las noches largas.

Hoy soy yo la que me río del tiempo y entiendo sus horas muertas.
Me libero de él, atormentando a las hormigas en su paso.
Y me siento en la orilla para disfrutar del agua que recorre mi garganta hoy que te pienso.