viernes, 14 de agosto de 2009

La luna y la tarde


Y así cayó la tarde, tropezada por una luna con ansias de salir, de descorchar la botella y prenderse un cigarrillo, de enfiestar a la noche y tener en la mira al planeta más bello.

Se fue la tarde, dándole la espalda como siempre lo ha hecho, forzando esas gotas cansadas que caen como rutina en cada partida, forzando la garganta para no gritarle una vez más a la luz que será la última vez que se apaga, que será la última vez que lo permite.

Y así salió la luna, con su corbata, bailando con las estrellas y sonriéndole a las fugases, esas eran su obsesión, las que alumbran maravillosamente por un rato, las que te bailan una canción al ritmo del viento y te dejan extasiado, a las que le hace el amor pidiendo un deseo callado, interno, ahogado, -que la tarde vuelva.
Rutinario amor, belleza suya pero lejana, caricias únicas, unión platónica. Una vez desafiaron a los incrédulos y fue el mejor eclipse celebrado en el cielo.

Así que la luna cansada de las estrellas que siempre están ahí para ella sin fallo ni queja, busca su tarde.

Una tarde enamorada de la luna, ese amor platónico existencial, esa devoción ilusa, esa palpitación en sus labios, esa rutina de pañuelo ahogado. -¿Por qué me sonríes tanto?, ¿por qué me haces el amor en el alba y te alejas?, rutinario amor, belleza en su máxima expresión, tristeza en las yemas de sus rayos, desmarañada pasión.

No pueden existir sin amarse… no pueden coexistir.

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